Article sobre el gos de teràpia
El perro de Terapia
Sólo hace falta echar un vistazo en internet, introduciendo en cualquier buscador “perro de terapia”, para darnos cuenta de la gran cantidad de información que podemos encontrar sobre el tema. Nos aparecen muchísimos artículos sobre los beneficios que la terapia con perros produce en las personas, sobre las muchas áreas en las que pueden actuar, sobre cómo debe ser un buen perro de terapia, etc.
No es difícil encontrar todo lo que un perro debe o puede aportar en su trabajo cómo coterapeuta, ni tampoco informarnos sobre las cualidades o características que debe tener para realizar correctamente su trabajo. Lo que en cambio, no es tan fácil de encontrar, es algún artículo en el que se nos hable de cuáles son las necesidades de un perro que trabaja en terapias asistidas. Y no me refiero a necesidades en cuanto a la socialización que debe tener, la alimentación que se le debe dar o lo sano que lo debemos mantener. Me refiero a sus necesidades emocionales, a aquello que debemos proporcionarle nosotros cómo guías para que el perro acabe disfrutando con la actividad que realiza y se mantenga bien a nivel emocional y contento de realizar las sesiones.
El perro de terapia aporta muchísimos beneficios a los humanos, pero ¿que le aportamos los humanos a cambio?
El trabajo en terapias, no es sencillo para ningún perro. De hecho, en este tipo de sesiones los humanos tenemos unas expectativas muy altas puestas sobre el perro y nuestro nivel de exigencia es elevadísimo.
Aún en ciertas condiciones o situaciones, que pueden resultar estresantes para el perro, le exigimos que se comporte correctamente, que no muestre ninguna señal de miedo, que inhiba conductas, que controle su cuerpo, que no juegue si no se lo decimos, que interactúe con quien nosotros queremos, aunque a él no le guste, que obedezca ante cualquier situación, aunque haya gritos, ruidos fuertes o distracciones de muchos tipos. Le exigimos que entienda y comprenda palabras que no ha oído antes o gestos que son extraños para él.
Estamos seguros de que si a cualquiera de nosotros nos pusieran en esa misma situación, nos costaría adaptarnos, nos bloquearíamos en ocasiones o no tendríamos ganas de repetir una experiencia similar. En cambio el perro lo hace y lo repite todas las veces que le exponemos a este tipo de situaciones.
Ante todo esto, creemos que lo mínimo es poder estar informados de todo lo que nuestro perro necesita para recompensarle por el duro trabajo que realiza, saber cuáles son sus necesidades emocionales y sobretodo poder cumplir la expectativas que nuestro amigo tiene sobre nosotros, sus dueños.
Para nosotros, el perro de terapia, no es un instrumento de trabajo. Para nosotros el perro de terapias es un miembro más de nuestra familia, un amigo fiel con el que además de compartir nuestro día a día, compartimos también sesiones de trabajo con personas que lo necesitan.
Para nosotros el perro de terapia, es el miembro más importante de nuestro equipo de trabajo y al que vamos a cuidar y respetar por encima de todo. Es necesario que a la hora de trabajar, guía y perro formen un equipo donde la comunicación entre ambos sea lo más importante. Debemos saber leer perfectamente a nuestro amigo y tener en cuenta cómo se siente en cada situación. Debemos comprender que puede haber cosas que en un momento determinado le incomoden y ante esto, debemos saber reaccionar y ayudarle. Cómo guías, debe ser nuestra obligación facilitarle el trabajo a nuestro perro ya que en ningún caso, es él el que decide meterse en esa situación.
La motivación por realizar terapias asistidas siempre procede del humano, nunca del perro. Somos las personas las que nos sentimos bien al ver que estamos ayudando a la recuperación de otro ser humano con dificultades. Está muy bien tener motivaciones de ayuda o altruistas, pero no olvidemos que también debemos pensar en si el hecho de ayudar a otros, está de algún modo perjudicando a nuestro perro.
Nuestro perro de terapia, espera de nosotros que les protejamos ante situaciones que le incomodan o le pueden suponer algún daño, confía en que estando a nuestro lado y trabajando como equipo, no le va a pasar nada malo.
La motivación de nuestro perro, somos nosotros. Trabaja con el objetivo de que estemos contentos de él y colabora porque nosotros se lo pedimos. Lo mínimo es entonces, recompensarle por su trabajo, protegerlo siempre y por encima de todo, facilitarle su tarea en cada sesión y entenderle cuando no da el 100%, analizando que puede estar pasando o que es lo que le afecta, en lugar de exigirle más y más.
Nuestro perro espera de nosotros que tengamos un buen vínculo con él, que siempre le tratemos con respeto y que igual que él trabaja por nosotros, nosotros “trabajemos” también para él. Espera de nosotros una relación de colaboración y ayuda mutua, un buen entendimiento entre ambos y que realicemos también otras actividades juntos en las que lo pasemos bien. Espera que le eduquemos y adiestremos con el máximo respeto y teniendo en cuenta siempre su estado emocional. Espera que podamos entender que, igual que nosotros, puede tener un mal día, y no ser castigado por ello. Espera que les dejemos ser “perro” en muchas situaciones y que compartamos con él momentos de juego y diversión haciendo lo que más le gusta.
Debemos ofrecer a nuestro perro de terapias, una vida familiar y cómoda que le ayude a gestionar y liberar el estrés acumulado y que refuerce día tras día nuestra relación y vínculo.
En definitiva, nuestro perro, espera de nosotros lo mismo que él nos ofrece: que seamos su amigo fiel, en quien pueda confiar. Que seamos aquel humano que va a estar ahí para ayudarle y acompañarle activamente en sus múltiples experiencias. Un compañero de “batallas” que las viva con él y con quien formar un equipo basado siempre en la comunicación, colaboración y respeto.
Demasiadas veces como guías, nos olvidamos de todo esto, demasiadas veces exigimos y exigimos sin parar, reprimimos a nuestro perro continuamente y después nos sentimos satisfechos y plenos al ver los avances de los usuarios con los que trabajamos y ahí nos quedamos… sin pensar si también nuestro perro está satisfecho de nosotros, si hemos cumplido con él o si por el contrario le estamos fallando en algún sentido.
Para nosotros, el trabajo que se realiza en terapias o actividades asistidas con perros, no es posible ni satisfactorio si las dos partes (usuarios y perro) no salen ganando o con experiencias positivas. Nosotros entendemos la relación de ayuda que se establece como una interacción en la que las dos partes salen ganando. Las personas, por todos los beneficios que obtienen a través del trato con el perro y nuestro amigo, nuestro perro, porque aunque no disfrute plenamente de la actividad, se siente siempre compensado, protegido y contento, por encima de todo. Y ése, es para nosotros, nuestro principal trabajo y en el que volcamos todo nuestro esfuerzo, como guías, como dueños y cómo compañeros de nuestro mejor amigo, el perro.
Albert Llatge Esteve
Sílvia Vilanova Salichs
Natàlia Gabarró Llatge
Responsables de Terapias y Actividades
Asistidas con Perros del equipo TAKODA
No es difícil encontrar todo lo que un perro debe o puede aportar en su trabajo cómo coterapeuta, ni tampoco informarnos sobre las cualidades o características que debe tener para realizar correctamente su trabajo. Lo que en cambio, no es tan fácil de encontrar, es algún artículo en el que se nos hable de cuáles son las necesidades de un perro que trabaja en terapias asistidas. Y no me refiero a necesidades en cuanto a la socialización que debe tener, la alimentación que se le debe dar o lo sano que lo debemos mantener. Me refiero a sus necesidades emocionales, a aquello que debemos proporcionarle nosotros cómo guías para que el perro acabe disfrutando con la actividad que realiza y se mantenga bien a nivel emocional y contento de realizar las sesiones.
El perro de terapia aporta muchísimos beneficios a los humanos, pero ¿que le aportamos los humanos a cambio?
El trabajo en terapias, no es sencillo para ningún perro. De hecho, en este tipo de sesiones los humanos tenemos unas expectativas muy altas puestas sobre el perro y nuestro nivel de exigencia es elevadísimo.
Aún en ciertas condiciones o situaciones, que pueden resultar estresantes para el perro, le exigimos que se comporte correctamente, que no muestre ninguna señal de miedo, que inhiba conductas, que controle su cuerpo, que no juegue si no se lo decimos, que interactúe con quien nosotros queremos, aunque a él no le guste, que obedezca ante cualquier situación, aunque haya gritos, ruidos fuertes o distracciones de muchos tipos. Le exigimos que entienda y comprenda palabras que no ha oído antes o gestos que son extraños para él.
Estamos seguros de que si a cualquiera de nosotros nos pusieran en esa misma situación, nos costaría adaptarnos, nos bloquearíamos en ocasiones o no tendríamos ganas de repetir una experiencia similar. En cambio el perro lo hace y lo repite todas las veces que le exponemos a este tipo de situaciones.
Ante todo esto, creemos que lo mínimo es poder estar informados de todo lo que nuestro perro necesita para recompensarle por el duro trabajo que realiza, saber cuáles son sus necesidades emocionales y sobretodo poder cumplir la expectativas que nuestro amigo tiene sobre nosotros, sus dueños.
Para nosotros, el perro de terapia, no es un instrumento de trabajo. Para nosotros el perro de terapias es un miembro más de nuestra familia, un amigo fiel con el que además de compartir nuestro día a día, compartimos también sesiones de trabajo con personas que lo necesitan.
Para nosotros el perro de terapia, es el miembro más importante de nuestro equipo de trabajo y al que vamos a cuidar y respetar por encima de todo. Es necesario que a la hora de trabajar, guía y perro formen un equipo donde la comunicación entre ambos sea lo más importante. Debemos saber leer perfectamente a nuestro amigo y tener en cuenta cómo se siente en cada situación. Debemos comprender que puede haber cosas que en un momento determinado le incomoden y ante esto, debemos saber reaccionar y ayudarle. Cómo guías, debe ser nuestra obligación facilitarle el trabajo a nuestro perro ya que en ningún caso, es él el que decide meterse en esa situación.
La motivación por realizar terapias asistidas siempre procede del humano, nunca del perro. Somos las personas las que nos sentimos bien al ver que estamos ayudando a la recuperación de otro ser humano con dificultades. Está muy bien tener motivaciones de ayuda o altruistas, pero no olvidemos que también debemos pensar en si el hecho de ayudar a otros, está de algún modo perjudicando a nuestro perro.
Nuestro perro de terapia, espera de nosotros que les protejamos ante situaciones que le incomodan o le pueden suponer algún daño, confía en que estando a nuestro lado y trabajando como equipo, no le va a pasar nada malo.
La motivación de nuestro perro, somos nosotros. Trabaja con el objetivo de que estemos contentos de él y colabora porque nosotros se lo pedimos. Lo mínimo es entonces, recompensarle por su trabajo, protegerlo siempre y por encima de todo, facilitarle su tarea en cada sesión y entenderle cuando no da el 100%, analizando que puede estar pasando o que es lo que le afecta, en lugar de exigirle más y más.
Nuestro perro espera de nosotros que tengamos un buen vínculo con él, que siempre le tratemos con respeto y que igual que él trabaja por nosotros, nosotros “trabajemos” también para él. Espera de nosotros una relación de colaboración y ayuda mutua, un buen entendimiento entre ambos y que realicemos también otras actividades juntos en las que lo pasemos bien. Espera que le eduquemos y adiestremos con el máximo respeto y teniendo en cuenta siempre su estado emocional. Espera que podamos entender que, igual que nosotros, puede tener un mal día, y no ser castigado por ello. Espera que les dejemos ser “perro” en muchas situaciones y que compartamos con él momentos de juego y diversión haciendo lo que más le gusta.
Debemos ofrecer a nuestro perro de terapias, una vida familiar y cómoda que le ayude a gestionar y liberar el estrés acumulado y que refuerce día tras día nuestra relación y vínculo.
En definitiva, nuestro perro, espera de nosotros lo mismo que él nos ofrece: que seamos su amigo fiel, en quien pueda confiar. Que seamos aquel humano que va a estar ahí para ayudarle y acompañarle activamente en sus múltiples experiencias. Un compañero de “batallas” que las viva con él y con quien formar un equipo basado siempre en la comunicación, colaboración y respeto.
Demasiadas veces como guías, nos olvidamos de todo esto, demasiadas veces exigimos y exigimos sin parar, reprimimos a nuestro perro continuamente y después nos sentimos satisfechos y plenos al ver los avances de los usuarios con los que trabajamos y ahí nos quedamos… sin pensar si también nuestro perro está satisfecho de nosotros, si hemos cumplido con él o si por el contrario le estamos fallando en algún sentido.
Para nosotros, el trabajo que se realiza en terapias o actividades asistidas con perros, no es posible ni satisfactorio si las dos partes (usuarios y perro) no salen ganando o con experiencias positivas. Nosotros entendemos la relación de ayuda que se establece como una interacción en la que las dos partes salen ganando. Las personas, por todos los beneficios que obtienen a través del trato con el perro y nuestro amigo, nuestro perro, porque aunque no disfrute plenamente de la actividad, se siente siempre compensado, protegido y contento, por encima de todo. Y ése, es para nosotros, nuestro principal trabajo y en el que volcamos todo nuestro esfuerzo, como guías, como dueños y cómo compañeros de nuestro mejor amigo, el perro.
Albert Llatge Esteve
Sílvia Vilanova Salichs
Natàlia Gabarró Llatge
Responsables de Terapias y Actividades
Asistidas con Perros del equipo TAKODA
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